Cuando
se habla de violencia (en referencia a la ejercida entre personas),
pensamos -expresado coloquialmente- en “darse de hostias”, “pegar”. Una
definición más exacta puede ser “toda acción ejercida hacia terceros
intencionadamente y/u obedeciendo a unos intereses que tiene como único
objetivo causar daños físicos o psicológicos”. En cambio, si se habla de
romper cristales o quemar locales comerciales, podría ser “violencia
hacia objetos inanimados”, aunque suene la expresión fatal.
Luis Pascual
El tema del uso de la violencia (llámese igualmente 'autodefensa') en
las formas de protesta sigue siendo un debate que todavía no ha habido
acuerdos entre diferentes colectivos y movimientos sociales, incluso
dentro del movimiento libertario. Pasaremos pues a analizar los pros y
contras de estas dos estrategias de lucha.
Se considera toda acción directa pacífica o no-violenta las
concentraciones y manifestaciones de siempre, las sentadas, los cortes
de carreteras, los piquetes informativos, el boicot, ocupaciones
temporales de oficinas, paralización de desahucios, tapiar sucursales...
En ciertos contextos, resulta más efectivo que enfrentarse a la policía
o romper cristales, como puede ser en manifestaciones donde haya poca
gente y sobre todo para poder llegar a la gente mostrando el
descontento, las reivindicaciones y oposiciones hacia medidas
gubernamentales o empresariales. Además, estos actos permiten que se
puedan unir cualquier persona y poder hacerse visibles ante la
población, ofreciendo así un espacio público para compartir inquietudes,
conocer gente que valga la pena, y unas infraestructuras para aquellos
que deseen una militancia activa, vean que no están solos y tengan a
disposición a gente implicada para poder organizarse, crecer y aprender
mutuamente a construir otro camino donde todos puedan adherirse. Aun
siendo pacíficas, en sitios como Barcelona, Madrid y Valencia, fueron
duramente reprimidas, dejando en evidencia la brutalidad policial y que
la violencia siempre viene de los antidisturbios, con el colmo de la
manipulación de la prensa canalla de siempre. Las acciones no-violentas
son imprescindibles y el mejor medio para la difusión de ideas e incitar
a la gente a replantearse sus pensamientos, cuestionando la realidad
que le rodea y hacer ver que es posible un cambio real.
No obstante, cuando se defiende esta vía como la única posible para
la transformación social, caemos en el error si nuestro objetivo es la
destrucción de este sistema. En muchas de esas manifestaciones pacíficas
convocadas, por ejemplo, por DRY y plataformas ciudadanistas similares,
sus reivindicaciones son estériles y parecen más actos promocionales
festivos que de protesta donde parecen importarles más la cantidad que
el contenido. Igualmente se puede decir del paripé de los sindicatos
mayoritarios y verticales junto con partidos de izquierda, donde el
recorrido es pactado con la policía y escoltados por ellos durante toda
la ruta, buscando además salir bien ante las cámaras posando con
banderas plastificadas. Todo atado y bien atado. En este caso, la
defensa del pacifismo como principio incuestionable resulta tener un
trasfondo reformista, es decir, mendigar más piedad a los verdugos
intentando negociar las reformas y proyectos de ley para que sean menos
agresivas pero sin tocar la raíz del problema.
Antes de pasar a analizar las acciones 'violentas', miremos a qué nos
enfrentamos: 1) A un grupo de vividores pero buenas personas que
cederían si se negociaran con ellos para que podamos vivir con un mínimo
de dignidad; o 2) Un sistema que se sustenta mediante la explotación
(capitalismo), protegida por un aparato represivo (Estado) y por la
destrucción de los valores de cooperación y solidaridad por unos de
competencia y de pisotear al vecino (ignorancia impuesta o llámese como
desee). Sin embargo, la realidad jamás será el primer caso sino el
segundo. Toda forma de autoridad oficialmente establecida se sustenta
mediante la violencia al tratar de imponer su voluntad al resto,
recordemos las revoluciones liberales que trajo consigo la destrucción
del campo por las privatizaciones de tierras, la modernización del
aparato Estatal para defender sus intereses y la decadencia moral que
supuso el pensamiento productivista, el lucro personal, las aspiraciones
materialistas y la falsa ilusión de progreso.
La paz social es realmente violenta. Mientras los territorios
excluidos del 'Primer Mundo' sufren la miseria en sus carnes, la salvaje
explotación, hambre, matanzas, guerras, intoxicaciones por
contaminación del agua y del entorno local, Occidente puede disfrutar de
unas condiciones de vida bastante aceptables, sin haber vivido las
nefastas condiciones a las que se les somete Occidente. Sin embargo,
bajo esa falsa máscara del bienestar se esconde la misma explotación y
la misma violencia: el trabajo asalariado, el hostigamiento de las
facturas, los desahucios, la policía en las calles, sus leyes, el
sistema judicial y penitenciario, la impunidad del fascismo... No todos
que viven en el Primer Mundo pueden disfrutar del pastel de las
comodidades y la felicidad de plástico. Gente que vive en los suburbios
mendigando, traficando con drogas, vendiendo su cuerpo, robando... todos
aquellos marginados que no encuentran una vida en condiciones y se sume
en la autodestrucción.
Quienes han tomado conciencia de esa situación de miseria diaria, el
acoso policial y la represión, como en el caso de muchos que viven
precariamente en Chile o en Grecia, ven al Estado como ente que ostenta
el monopolio de la violencia respaldando también la violencia del
capitalismo que se materializa en la rutina alienante, en la devastación
medioambiental, la explotación asalariada, y la condena de la gran
mayoría de la población mundial a la mera subsistencia y la muerte.
Mucha gente vive tan acomodada que no es capaz de ver toda esa
violenta realidad y se escandalizan por unos cristales rotos o
contenedores quemados. Desde acciones ejecutadas por pequeños grupos de
personas como sabotajes, quema de vehículos de lujo, voladura de
sucursales y oficinas gubernamentales hasta las protestas combativas
como lanzar piedras y molotovs a la policía, levantar barricadas,
ataques a entidades bancarias, cajeros inmobiliarias, grandes
superficies y todo símbolo del capital, constituyen la acción directa
'violenta', aunque más bien es autodefensa frente a la brutalidad
policial y contra la violencia económica que ejercen todo este colorido
mundo del "todo va bien". ¿Qué mujer se abre de piernas ante un
violador? Ninguna, todas tratarán de defender su propia integridad
física.
Sin olvidar que detrás de todas esas acciones están los anhelos por
recuperar nuestras vidas privatizadas y enumeradas parando por unos
instantes la maquinaria, abriendo a la vez una brecha en esta violenta
paz social y creando un nuevo camino declarándoles la guerra a los
verdugos y mostrar que estamos hartos, no solo de sus porras, torturas
en comisaría, montajes judiciales y cárceles sino también de este
degenerado sistema de valores. No obstante, tiene el inconveniente que
no consigue aceptación en la sociedad y hace que la gente salga
corriendo al vernos, recibiendo críticas incluso dentro de los círculos
libertarios. Pero no debemos de rebajarnos ante la autoridad anónima de
la opinión pública y tengamos en cuenta de que la batalla mediática ya
la tenemos perdida y nos tendremos que valer por nuestros propios
medios.
Sin embargo, el caso más lamentable es que se condene la autodefensa y
se llegue incluso a agredir a quienes rompen la cristalera de una
sucursal. Lo mismo sucede cuando por nuestra parte vertemos críticas
destructivas hacia aquellos que opten por la vía pacífica aun sabiendo
que es totalmente imposible una revolución «por las buenas». A modo de
conclusión, toda acción directa que desafíe al viejo orden debe ser
respetada siempre que todas ellas estén encaminadas a buscar una
transformación social desde la base sin defender ningún interés de
partidos o sindicatos verticales. Según qué circunstancias convendría la
resistencia pacífica y qué otras, la resistencia activa. Pensando en la
nueva reforma del Código Penal, parece ser que tendremos que
prepararnos para la resistencia activa.
La vía no-violenta como expansión de la idea y la autodefensa por la extensión de la revuelta.
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