Extraído de FEAR TO SLEEP
Recibimos y publicamos
hola compas. os paso un texto de posicionamiento individual en
solidaridad con lxs compas reprimidxs en italia y en las cárceles
europeas. la cosa de publicarlo queda a vuestro criterio.
saludos anárquicos.
En el Estado español se está en aras de una nueva reforma del
Código Penal. En vista de que le ven las orejas al lobo vuelven a
endurecerlo, aunque lo han hecho en el pasado sin haber necesitado
ningún conflicto social de excusa. Ahora, como siempre, las penas se
adaptan a las mutaciones de la expresión de rebeldía. Se preparan nuevas
penas por encapucharse (con aumento de la gravedad si es alguna
autoridad o sus agentes, que van intentando ampliar legalmente en los
últimos años incluyendo a profesorxs, médicxs y enfermerxs, vigilantes
del transporte público, etc), nuevos mecanismos para mantener en prisión
a la gente ‘peligrosa’ (aumentando los supuestos legales para la cadena
perpetua encubierta), aumento de penas por resistencia pasiva
equiparándola a la activa, aumento de supuestos de integración a
organización criminal o tipificar como delito la convocatoria virtual de
manifestaciones que acaben con disturbios, entre otras.
Mi posición es clara. La ley es el instrumento del poder y siempre
obedece a los intereses del capital y el ente estatal. Cuando las
consecuencias de su política y su economía son difícilmente controlables
y el riesgo del desbordamiento social es mayor ellos mismos se saltan
sus propias leyes y aplican leyes de emergencia/excepción. La web de
delación abierta en Catalunya o la creación de ficheros con datos
personales de aquellxs que ejercen o utilizan la prostitución, son dos
ejemplos de muy probable inconstitucionalidad. El objetivo es el que
fije su ideología, y la imposición es siempre violenta.
A mi modo de ver la masa social sirve de excusa para el Estado. Le
dota de legitimidad. Una legitimidad construida mediante un
adoctrinamiento suministrado desde que nacemos. No es posible hablar de
gente libre en este contexto. La escuela, la fábrica, la oficina, los
centros comerciales, el cine, la cultura, la prensa, el ambulatorio, el
centro de servicios sociales, etc. Una realidad y unas relaciones
configuradas a la medida del capital. Así, no es extraño oír en las
conversaciones que la gente vitoree el aumento de penas de prisión
(cuando no piden a gritos penas de muerte) o la necesidad de incrementar
todo tipo de control, no siendo conscientes habitualmente de que están
estrechando cada vez más el margen de libertades por el que luego se
quejarán airadamente.
Ante este panorama, ¿cómo respetar ninguna ley del Estado en el
camino hacia la libertad? No es factible plegarse a las iniciativas de
la masa, tantas veces parciales y reaccionarias. Buena parte de las
movilizaciones ciudadanas siguen pidiendo más Estado sin reparar en las
contradicciones que implica. ¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Seguir
explicando nuestra visión hasta que iluminemos a lxs ofuscadxs? No sería
mala cosa recordar que no es la iluminación de la conciencia lo que
modifica nuestra práctica, sino más bien la propagación de haceres que
cuestionen nuestras prácticas habituales, generando así nuevas
perspectivas y nuevas prácticas.
La praxis, reflexionada, vale más que 100 escritos que intenten
convencer de lo bueno de la anarquía. El ataque al Estado, al capital, a
sus representantes y a sus encubridorxs debe seguir más que nunca.
Algunxs así lo han hecho sin retractarse de sus posiciones. Y eso es una
cosa que el poder no perdona. La enésima operación represiva, revestida
con todo el aire de legitimidad de que son capaces mediante su
propaganda mediática, su miedo introyectado a la ciudadanía (incluidxs a
esxs anarquistas que han estado ‘disociándose’ días atrás), sus grandes
palabras de especialistas, su policía y su justicia justas e
imparciales, es una muestra de lo que reservan a lxs que no ceden en la
búsqueda de la libertad sin concesiones. De nuevo vuelven a delirar con
unas jerarquías que existen sólo en sus mentes, incapaces de entender lo
que significa vivir sin ellas. Vuelven otra vez a lxs que dicen y hacen
lo que creen y desean sin depender de lo socialmente aceptado como
moralmente correcto o de lo legalmente instituido por el poder. A lxs
que actúan en íntima relación con su propio ser.
La táctica del poder es el miedo. Su objetivo, impedir la extensión
de la anarquía. Y esa táctica funciona en buena medida, a pesar de las
consignas de ‘ya no os tenemos miedo’. Con frecuencia las luchas no se
llevan a más por miedo a las represalias económicas y jurídicas.
¿Comprensible? Sí. Pero, criticar a lxs que sí lo hacen, por el hecho de
hacerlo pero con otras excusas, es ser cobarde. Nos muestran un camino,
plagado de dificultades y consecuencias (¿qué decisiones no las
tienen?). Las razones para que ese camino sea armado o no, son
discutibles, pero no en base a la moral de una sociedad alienada. Nadie
dice que deba ser el camino exclusivo elegido en la confrontación con el
Estado, pero hay que decir que sin confrontación real, vamos a seguir
tragando todas las imposiciones del Capital/Estado.
En este sentido, la crítica de las acciones directas violentas no
puede partir de entrar en el juego del poder que como anarquistas
rechazamos. Reproducir la imagen cristiana-humanitaria de buenxs contra
malvadxs, rechazar la acción por no considerarse el momento estratégico
(sin valorar lo que de empoderamiento conlleva a nivel personal y
colectivo) o rechazar la acción meramente por el medio empleado (no es
el medio empleado, sino el modo en que se emplea lo que nos importa),
son algunas posturas que luego conducen a lo que hemos ido viendo estos
días atrás en Italia y que finalmente han desembocado en la represión
que hoy ya conocemos.
Ejerceremos nuestra solidaridad en todas las formas que
podamos. Desde el enfrentamiento directo con lxs señaladoxrs y
disociadxs hasta la práctica insurrecta en la calle, desde la
desobediencia de las leyes hasta el ataque directo a quien nos coaccione
e intimide con su ideología.
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