jueves, 26 de julio de 2012

El trabajo no dignifica.

    Extraído del Periódico Anarquía
 Seamos honestos. Despertarse con la alarma del reloj sonando y sonando sin parar mientras el sol recién está comenzando a salir es lo peor del mundo.
    Desayunar apurado lo primero que encontrás, salir a las apuradas, subirte a la bicicleta y pedalear media hora entre humo, bocinazos y puteadas mientras el sudor frío adhiere la ropa a tu cuerpo.

O sino también está la opción del ómnibus… lleno de gente, todos apretados, el calor, el guarda gritando insoportablemente “vamo’ un pasito para el fondo que hay lugar”, caras de culo, ¿esas son las caras de quienes dicen que el trabajo dignifica?
    Llegar finalmente al trabajo y marcar tarjeta, el encargado controlando desde algún rincón si llegás tarde para ir a alcahuetearle al patrón, sí… arrastrándose para ver si su dueño le aumenta un poco el sueldo o lo asciende y así poder acomodarse un poco.
    Y así pasa el tiempo. Los segundos se convierten en minutos y los minutos en horas. Afuera el día, afuera la vida… el sol en lo más alto y vos ahí dentro. 8, 9, 10, 11 o más horas, presa del cansancio, el aburrimiento y la monotonía. Cargando objetos pesados, yendo de acá para allá, llevando cosas que ni vos sabés, arreglando algo o capaz que limpiando; sea como sea: vos trabajando, poniendo toda tu energía y el patrón por ahí pasando cada tanto, saludando con una sonrisa para que nos creamos que es una persona.
    Nosotros sabemos cómo llegó a ser patrón. Nosotros sabemos que él está ahí porque tuvo el privilegio de haber nacido en una familia con dinero con el cual ha podido invertir en una empresa. Claro, él repite constantemente que se ha tenido que esforzar mucho para estar donde está, como si vos no lo hicieras. Pero la diferencia entre él y vos es que no explotarías a otro para sacar provecho. Él llegó a donde está pisando gente, él no tuvo ningún inconveniente en delatar a sus compañeros para ir ascendiendo. Él no tuvo ningún problema en humillarse ante los que alguna vez fueron sus patrones.
    Seamos sinceros, para que él lleve una vida llena de comodidades, es necesario que otros trabajemos horas y horas. Para que haya ricos tiene que haber pobres, muchísimos pobres.
    La hora de salir se va acercando y entonces comenzás a pensar que al menos tenés algunas horas para vos, algunas horas para hacer lo que quieras, claro, aunque estás un poco cansado y querés acostarte temprano porque mañana hay que trabajar de nuevo.
    Porque en realidad no son sólo las horas de trabajo en sí, el trabajo está en todas partes, desde que te levantás pensando en la hora a la que tenés que llegar y las tareas que tenés que cumplir, mientras dejás de hacer determinada actividad por el cansancio que te producen las horas de trabajo, mientras que estás pensando que tenés que pagar la luz, el agua, la comida y todo lo otro que el Estado nos roba, hasta que te acostás sabiendo que nuevamente te vas a tener que levantar para volver a ese infierno. Toda tu vida se proyecta en una única palabra: trabajar.
    Y llega la hora de escapar de la tortura. Regresás en la bicicleta nuevamente, entre el humo de los autos y las motos. O sino en el ómnibus lleno de gente con caras más de culo que por la mañana, ah… ¡el grato placer de la esclavitud que tan dignos nos hace! Luego de aprovechar al máximo el poco tiempo que queda, llega la noche y finalmente a dormir… realmente necesitabas descansar, el trabajo te dejó agotado, ni querés pensar en mañana ni en nada.
    Entonces cerrás los ojos y un poco después… vuelve a sonar la alarma.

    Sí, no hay ningún error. Estamos en contra del trabajo. No queremos pasar nuestras vidas entregando nuestra fuerza vital para que otro se llene los bolsillos de dinero. El trabajo no tiene nada de dignificante, por el contrario, es humillante y denigrante cada segundo en que ponemos en alquiler nuestros brazos o nuestro cerebro, cada vez que agachamos la cabeza y hacemos algo que no queremos hacer, cada vez que soportamos todas esas horas encerrados en esa tortura.
    También está equivocado si piensa que hay un error cuando invitamos a robarle a los patrones. Tomar pequeños objetos no es nada en comparación a todo lo que nos roba él, basta hacer algunos cálculos sobre lo que producimos en relación con lo que se queda el patrón y nos daremos cuenta que sólo nos está tirando las migajas.
    Pero ni siquiera se trata del dinero, -esa basura que nos obligan a usar- es el sentimiento de que se nos escapa la vida, es el sentimiento de que no queremos dejar que nos pasen por encima, es el sentimiento de querer tomar fuerza y retomar nuestras vidas. Hay que pararlos, no podemos seguir dejando que manejen nuestras vidas.
    No queremos este mundo de explotación, este mundo en el que algunos viven en la opulencia, mientras otros tenemos que pasar nuestras vidas para que ellos puedan vivir así. Queremos un mundo sin ricos y pobres, queremos un mundo en el que las relaciones no se basen en el dinero. Creemos posible un mundo sin dinero, un mundo sin trabajo, creemos en nuestras fuerzas y tenemos las herramientas que siempre han tenido los oprimidos para rebelarse: solidaridad, apoyo mutuo, acción directa y sobre todas las cosas, mucha fuerza para levantarnos contra los que nos están oprimiendo.
    ¡Trabajadores del mundo: descansen!
    Algunos consejos prácticos para robarle al patrón y para hacer tiempo durante el trabajo:
    1. Los lugares de trabajo suelen estar repletos de pequeños objetos que nos pueden ser útiles o que pueden ser de valor.
    Hay que ver la manera de tomarlos y a la vez estar atentos para que nadie nos esté observando, ni encargados ni compañeros alcahuetes del patrón, esos esclavos orgullosos que con tal de quedar bien ante el que los explota igual te mandan preso.
    Tampoco olvidemos que estamos en tiempos en que los ricos tienen toda la tecnología necesaria a su alcance para vigilarnos. Las cámaras suelen estar en todas partes, donde del otro lado hay alguien que vive de observarnos cada segundo para controlar si se nos ocurre interferir de algún modo en que el patrón se esté llenando los bolsillos a costas nuestras.
    Lo mejor es guardar lo que sea en los bolsillos, en las medias o en la ropa interior y luego trasladarlo a la mochila en el descanso. Hay que tener cuidado, en algunos lugares revisan. Pero con un poco de astucia e investigando el movimiento y los tiempos siempre se pueden encontrar maneras de sacar lo que sea.
    2. En las horas interminables de esclavitud se pueden tomar pequeños descansos con el permiso de uno mismo.
    Depende del trabajo, es necesario el uso de la imaginación, hay miles de maneras de escaparse unos minutos de las infinitas tareas. Desde esconderse en algún lugar unos minutos hasta la clásica de encerrarse en el baño.
    A recuperar el tiempo que nos quitan los patrones, algunos consejos prácticos para faltar al trabajo:
    1. Afirmar que estás con dolor de espalda.
    No hay ningún aparato que mida el dolor y éste tampoco aparece en las placas, así que no es necesaria una gran actuación. El doctor te manda un mínimo de 3 días de reposo.
    2. Decir que la noche anterior tuviste vómitos y diarrea.
    Es un síntoma bastante frecuente, te van a preguntar si comiste algo fuera de lo común, hay que responder que no. No tienen forma de comprobarlo, entonces te dicen que es un virus y te diagnostican gastroenterocolitis, con lo que obtendrás 2 o 3 días de reposo.
    3. Asegurar que sentís ardor al orinar.
    Tampoco se puede medir, es un síntoma propio de una infección urinaria y es suficiente para que te la diagnostiquen. Viene con 2 o 3 días de reposo.
    Es necesario decir que los síntomas han disminuido pero que uno aún se siente débil, para evitar irse con una inyección.
    *Datos brindados por compañeros/as enfemeros/as.

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