enviado al mail
“Me parecería más satisfactorio, por mi
parte, ya que se trata de hombres que se han hecho ilustres por sus actos, que
les honrásemos sólo con actos”.
Tucídides, Historia de la guerra del
Peloponeso, 411 antes de la era cristiana.
Es peligroso declararle la guerra al Estado y a
este mundo, porque el Estado solo sabe hacer dos cosas: progresar, y combatir
todo aquello que lo pudiera destruir, debilitar o impedir su progreso. En
cuanto anarquistas, y por ello entendemos revolucionarixs, somos conscientes de
nuestras decisiones y de las responsabilidades que derivan de ellas. Cuando
decimos revolucionarixs, no hablamos de cualquier creencia en un mundo perfecto
y sereno, ni en la quimérica creencia de la posibilidad de ver la llegada de
alguna revolución anti-autoritaria total tal, que solo la podamos soñar en
nuestras pajas mentales, en nuestra vida o no. Nosotrxs hablamos de una tensión
permanente hacia la profundización de un proceso de ruptura con el poder y sus
instituciones, a través de la crítica radical y de la destrucción.
El 22 de Mayo de 2009, Mauricio Morales, un
compañero respetado de Santiago de Chile cayó en combate en esta guerra social
a la que intentamos contribuir, él, como tantxs otrxs anarquistas a lo largo
del mundo con nuestros medios y nuestra ética, nuestra intensidad y nuestros
propios deseos. La explosión de la bomba artesanal que llevaba a la espalda
causó su brutal muerte, ésta estaba destinada para la Escuela de Gendarmería
que no se encontraba muy lejos. Por muy lejos que estuviéramos en ese momento,
en el corazón de esta vieja Europa, la noticia de su muerte nos molestó por lo
que era: la muerte de un hermano. No conocíamos directamente a Mauricio, ¿pero
esto era importante? Nosostrxs nos reconocimos en él, como nos reconocemos cada
día en todos los ataques contra la dominación, y esto nos bastó. Como muchxs
otrxs, nosotrxs encendimos la noche en su conmemoración. Porque es la única
forma de conmemoración que nos conviene para saludar la memoria del compañero:
continuar el combate en la solidaridad, sí, pero todavía más: propagar
la crítica en actos de este mundo, y fomentar su difusión.
En efecto, nuestros ataques contra lo existente
no tienen como objetivo principal honrar la memoria de los compañeros caídos,
enviar una dedicatoria a tal o tal otrx compañerx encarceladx ni dialogar con
el poder en un cuerpo a cuerpo frontal. El ataque es para nosotrxs una
necesidad, porque las palabras tienen un sentido y nuestras ideas no son sólo conceptos.
Y encontramos totalmente secundario, vemos totalmente dispensable esa necesidad
de guiñarse los ojos o de ser auto-referenciales permanentemente. Lxs
destinatarixs de los guiños no necesitan que los nombremos si se reconocen en
el acto en sí. Y ofrecer un ataque a un compañero, aleja a lxs demás de la
posibilidad de reapropiárselo, y nos corta a nosotrxs mismxs una infinidad de
posibilidades de la reapropiación y la reproducibilidad, y también el anonimato
que caracterizan nuestra intervención anarquista en toda su humildad. Para
precisar lo que nosotrxs llamamos humildad, entendemos que nuestros ataques se
inscriben como modestas contribuciones en la guerra social que se está librando
desde siempre, y no como actos heróicos, sino como decimos siempre, es fácil
atacar y cualquier rabiosx lo puede
hacer. He aquí por qué nuestrxs compañerxs caídos en combate no son unxs
héroes/heroínas.
Nuestros ataques son cotidianos, ellos no
esperan y no necesitan de ningún llamamiento a la solidaridad. Es nuestra única
forma de conmemoración: en la conflictividad permanente. Porque las demás
formas de conmemoración no sirven de remedio para nuestros corazones
insurgentes, porque llorar nunca ha hecho caer un muro. Que sean de la religión
divina o terrestre, los apóstoles de este mundo no ofrecen ninguna solución a
nuestros problemas. Las vigilias fúnebres, las ceremonias, los elogios, las
marchas, los aniversarios, los bonitos discursos y el lirismo de pacotilla, los
dejamos voluntariamente y continuamos trazando nuestra ruta. No nos interesa la
gloria y el honor, sino la dignidad, el amor y el odio. Es con estas tres
hermanas con las que caminamos cada día. Nosotrxs habríamos preferido no haber
sentido la necesidad de escribir estas líneas, pero no tenemos miedo de ver que
hay valores de origen religioso y militar, que no son los nuestros, mezclándose
a los nuestros.
“El culto a los muertos no es más que un
desprecio al verdadero dolor. El hecho de mantener un pequeño jardín, de
vestirse de negro, de llevar velo no prueban la sinceridad del dolor. Éste
último también debe desaparecer, los individuos deben reaccionar frente a la
firmeza y a la fatalidad de la muerte. Debemos luchar contra el sufrimiento en
lugar de exhibirlo, en lugar de pasearlo en procesiones grotescas y falsas
felicitaciones […] Hay que tirar abajo las pirámides, las sepulturas, las
tumbas; hay que pasar el arado por los muros del cementerio para librar a la
humanidad de lo que llamamos el respeto a los muertos, de lo que es el culto a
la carroña”.
Albert Libertad en L’anarchie, 31 de
octubre de 1907.
No hay ninguna gloria en el hecho de morir en
combate. El Poder reservará mórbidas consecuencias para nuestra decisión de
combatientes, ya sea la mazmorra, la tortura o la muerte. Todas estas
malas noticias forman parte del contrato que hemos firmado con nosotrxs mismxs,
en la decisión de la guerra a lo existente. Sabemos lo que nos podemos esperar,
de lo más bonito a lo más trágico, y estamos listxs, venga lo que venga
después. Esta vez fue fatal, pero esto no hace de Mauricio un compañero más
implicado o más valiente que cualquier otrx combatiente. Aquella noche, él
asumió los riesgos como tantxs otrxs lo hacen cada noche, y el azar nos lo
robó. Te podría haber pasado a ti, a mí, a él, a ella o a cualquier otro
individuo para el que la anarquía no es sólo una cuestión de palabras o de
posturas.
Muchxs de nuestrxs compañerxs murieron en
combate. Los Ravachol, Filippi y Morales de nuestra historia son numerosos, de
memoria más o menos viva, continúan existiendo en cada golpe que damos, en cada
asalto realizado contra la dominación. Y estxs no son mártires, no murieron por
una causa, no se sacrificaron. Murieron intentando realizar un sueño, no se
rindieron y fueron asesinadxs. Es todo. Nada los traerá de nuevo, ni una
canción, ni un poema, ni un discurso, porque no hay más allá, no hay
héroes/heroínas, tampoco hay un afuera donde curarse de
aquí.
Compañerxs, no cedamos a las sirenas de la
admiración, del carisma y del valor social. Lxs anarquistas no deben ser
canonizados. Dejemos esto al star-system y a la idolatría religiosa. Que cada
individuo sea su propio héroe antes que ir a buscar la grandeza a casa de los
demás. Mauricio no es una estatuilla, un póster o un icono. Él es una fuente de
inspiración, un hermano.
Contra el culto a la carroña.
Junio 2013.
__________________________
en français :
Ni oubli ni
cérémonie : Contre le culte de la charogne
« Il me semblerait plus
satisfaisant, pour ma part, puisqu’il s’agit d’hommes qui se sont illustrés par
des actes, qu’on ne les honorât qu’avec des actes. »
Thucydide, Histoire de la guerre du Péloponnèse, 411 avant l’ère
chrétienne.
Il est dangereux de déclarer la guerre à l’Etat et à ce monde, car il
ne sait faire que deux choses : progresser, et combattre tout ce qui
pourrait détruire, affaiblir ou empêcher sa progression. En tant
qu’anarchistes, et nous entendons par là révolutionnaires, nous sommes
conscients de nos choix et des responsabilités qui en découlent. Lorsque nous
disons révolutionnaires, nous ne parlons pas d’une quelconque croyance en un
monde parfait et serein, ni à la chimérique croyance en la possibilité de voir
advenir une quelconque révolution anti-autoritaire totale telle que nous
pouvons la rêver dans nos envolées masturbatoires, de notre vivant ou non. Nous
parlons d’une tension permanente vers l’approfondissent d’un processus de
rupture avec le pouvoir et ses institutions, par le biais de la critique
radicale et de la destruction.
Le 22 mai 2009, Mauricio Morales, un compagnon respecté de Santiago du
Chili est tombé au combat dans cette guerre sociale à laquelle nous essayons de
contribuer, lui comme tant d’autres anarchistes à travers le monde, avec nos
moyens et notre éthique, notre intensité et nos désirs propres. L’explosion de
la bombe artisanale qu’il portait sur son dos a causé sa mort brutale, elle
était destinée à l’Ecole de Gendarmerie qui ne se trouvait pas loin. Aussi loin
que nous étions à ce moment-là, au cœur de cette vieille Europe, la nouvelle de
sa mort nous a bouleversés pour ce qu’elle était : la mort d’un frère.
Nous ne connaissions pas directement Mauricio, mais était-ce bien
important ? Nous nous sommes reconnus en lui, comme nous nous
reconnaissons chaque jour dans toutes les attaques contre la domination, et
cela nous a suffit. Comme beaucoup d’autres nous avons enflammé la nuit en
guise de commémoration. Car c’est bien la seule forme de commémoration qui nous
convienne pour saluer la mémoire du compagnon : continuer le combat dans
la solidarité, oui, mais bien plus encore : propager la critique en
actes de ce monde, et encourager sa diffusion.
En effet, nos attaques contre l’existant n’ont pas pour but premier
d’honorer la mémoire des compagnons tombés, d’envoyer une dédicace à tel ou tel
autre compagnon incarcéré ni de dialoguer avec le pouvoir dans un corps à corps
frontal. L’attaque est pour nous une nécessité, parce que les mots ont un sens
et que nos idées ne sont pas que des concepts. Et nous trouvons tout à fait
secondaire, voire tout à fait dispensable ce besoin de faire des clins d’œil ou
de s’auto-référencer en permanence. Les destinataires des clins d’œil n’ont pas
besoin qu’on les nomme s’ils se reconnaissent dans ce que porte l’acte. Et
offrir une attaque à un compagnon, c’est éloigner pour d’autres la possibilité
de se la réapproprier, et se couper nous-mêmes des possibilités infinies de la
réappropriation et de la reproductibilité, et aussi de l’anonymat qui
caractérisent pour nous l’intervention anarchiste dans toute son humilité. Pour
préciser ce que nous nommons humilité, c’est que nos attaques s’inscrivent
comme de modestes contributions à la guerre sociale en cours depuis toujours,
et non comme des actes héroïques, car comme nous le disons toujours, il est
facile d’attaquer et n’importe quel enragé peut le faire. Voilà pourquoi nos
compagnons tombés au combat ne sont pas des héros.
Nos attaques sont quotidiennes, elles n’attendent et n’ont besoin
d’aucun appel à la solidarité. C’est là notre seule forme de
commémoration : dans la conflictualité permanente. Car les autres formes
de commémorations ne sont d’aucun remède pour nos cœurs insurgés, car pleurer
n’a jamais fait tomber un mur. Qu’ils soient de la religion divine ou
terrestre, les apôtres de ce monde n’offrent aucune solution à nos malheurs. Les
veillées funèbres, les cérémonies, les éloges, les marches, les anniversaires,
les beaux discours et le lyrisme de pacotille, nous leur laissons volontiers et
continuons de tracer notre route. Nous ne sommes pas intéressés par la gloire
et l’honneur, mais par la dignité, l’amour et la haine. C’est avec ces trois
sœurs que nous marchons chaque jour. Nous aurions préféré ne pas ressentir le
besoin d’écrire ces quelques lignes, mais nous avons peur de voir des valeurs
d’origine religieuse et militaire qui ne sont pas les nôtres se mélanger aux
nôtres.
« Le culte des morts
n’est qu’un outrage à la douleur vraie. Le fait d’entretenir un petit jardin,
de se vêtir de noir, de porter un crêpe ne prouve pas la sincérité du chagrin.
Ce dernier doit d’ailleurs disparaître, les individus doivent réagir devant
l’irrévocabilité et la fatalité de la mort. On doit lutter contre la souffrance
au lieu de l’exhiber, de la promener dans des cavalcades grotesques et des
congratulations mensongères […] Il faut jeter bas les pyramides, les tumulus,
les tombeaux ; il faut passer la charrue dans le clos des cimetières afin
de débarrasser l’humanité de ce que l’on appelle le respect des morts, de ce
qui est le culte de la charogne. »
Albert Libertad in L’anarchie,
31 octobre 1907.
Il n’y a aucune gloire dans le fait de mourir au combat. Le pouvoir
réserve des conséquences morbides à nos choix de combattants, qu’il s’agisse du
cachot, de la torture ou de la mort. Toutes ces mauvaises nouvelles font partie
du contrat que nous avons signé avec nous-mêmes, dans le choix de la guerre à
l’existant. Nous savons à quoi nous attendre, du plus beau au plus tragique, et
nous sommes prêts, quelle que soit l’issue. Cette fois-ci elle fut fatale, mais
cela ne fait pas de Mauricio un compagnon plus impliqué ou plus valeureux que
n’importe quel autre combattant/te. Cette nuit-là, il a pris des risques comme
tant d’autres chaque nuit, et le hasard nous l’a volé. Cela aurait pu être toi,
moi, lui, elle ou n’importe quel autre individu pour qui l’anarchie n’est pas
qu’une question de mots ou de postures.
Beaucoup de nos compagnons sont morts au combat. Les Ravachol, Filippi
et Morales de notre histoire sont nombreux, de mémoire plus ou moins vive, à
exister encore dans chaque coup rendu, dans chaque assaut porté contre la
domination. Et ce ne sont pas des martyrs, ils ne sont pas morts pour une
cause, ils ne se sont pas sacrifiés. Ils sont morts en essayant de réaliser un
rêve, ils ne se sont pas rendus et ils ont été tués. C’est tout. Rien ne les
ramènera, ni une chanson, ni un poème, ni un discours, car il n’y a pas
d’au-delà, il n’y a pas de héros, il n’y a pas d’ailleurs où guérir d’ici.
Compagnon/nes, ne cédons pas aux sirènes de l’admiration, du charisme
et de la valeur sociale. Les anarchistes ne doivent pas être canonisés.
Laissons cela au star-system et à l’idolâtrie religieuse. Que chaque individu
soit son propre héros plutôt que d’aller chercher la grandeur chez l’autre.
Mauricio n’est pas une statuette, un poster ou une icône. Il est une source
d’inspiration, un frère.
Contre le culte de la
charogne.
Juin 2013.
in italiano :
Né oblio né
cerimonia : contro il culto della carogna
“Poiché si tratta di uomini che
si sono distinti con degli atti, mi sembrerebbe più soddisfacente onorarli con degli
atti”
Tucidide, “La guerra del Peloponneso”, 411 a.C.
È pericoloso dichiarare guerra allo Stato e a questo mondo, perché esso
sa fare solo due cose : progredire e combattere tutto quello che potrebbe
distruggere, attenuare od impedire il suo progresso. In quanto anarchici, e con
ciò intendiamo rivoluzionari, siamo consci delle nostre scelte e delle
responsabilità che ne derivano. Quando diciamo rivoluzionari, non parliamo di
una qualunque credenza in un mondo perfetto e sereno, né della chimerica credenza
nella possibilità di vedere in atto una qualche rivoluzione antiautoritaria
totale, come possiamo sognarne nei nostri slanci masturbatori, ciò nel corso
della nostra vita oppure oltre. Parliamo di una tensione permanente verso
l’approfondimento di un processo di rottura con il potere e le sue istituzioni,
attraverso la critica radicale e la distruzione.
Il 22 maggio 2009, Mauricio Morales, un compagno rispettato di Santiago
del Cile, è caduto in combattimento in questa guerra sociale alla quale anche
noi cerchiamo di contribuire, lui così come tanti altri anarchici in giro per
il mondo, con i nostri mezzi e la nostra etica, la nostra intensità ed i
desideri a noi propri. L’esplosione della bomba artigianale che portava nello
zaino ha provocato la sua morte ; essa era destinata alla Scuola di
Gendarmeria poco distante. Anche se in quel momento eravamo così lontani, nel
cuore di questa vecchia Europa, la notizia della sua morte ci ha sconvolti a
causa di quello che era : la notizia della morte di un fratello. Non
conoscevamo direttamente Mauricio, ma ciò è veramente importante ? Ci
siamo riconosciuti in lui, così come ci riconosciamo ogni giorno in tutti gli
attacchi contro il dominio, e questo ci è bastato. Come molti altri, abbiamo
infiammato la notte a mo’ di commemorazione. Perché questa è la sola forma di
commemorazione che si addice a salutare la morte di un compagno :
continuare la lotta nella solidarietà, sì, ma non solo, anzi molto di più
ancora : propagare la critica con gli atti contro questo mondo e
incoraggiarne la diffusione.
I nostri attacchi contro l’esistente, infatti, non hanno come scopo
principale quello di onorare la memoria dei compagni caduti, di mandare una
dedica a quello o quell’altro compagno incarcerato, né di dialogare con il potere
in un corpo a corpo frontale. L’attacco è per noi una necessità perché le
parole hanno un senso e perché le nostre idee non sono solo dei concetti
astratti. E riteniamo del tutto secondario, se non completamente inutile,
questo bisogno di fare delle strizzatine d’occhio o di auto-referenziarsi in
continuazione. I destinatari delle strizzatine d’occhio non hanno bisogno di
essere nominati se essi si riconoscono nell’atto. E offrire un attacco ad un
compagno è allontanare per altri la possibilità di riappropriarselo ed
allontanarci noi stessi dalle possibilità infinite della riappropriazione e
della riproducibilità, oltre che dall’anonimato che caratterizza a nostro
avviso l’intervento anarchico in tutta la sua umiltà. Per precisare ciò che
vogliamo dire con umiltà, si tratta del fatto che i nostri attacchi si
iscrivono come modesti contributi nella guerra sociale da sempre in corso e non
si tratta di atti eroici, poiché, come diciamo sempre, attaccare è facile e
qualunque arrabbiato può farlo. Ecco perché i nostri compagni caduti in
combattimento non sono degli eroi.
I nostri attacchi sono quotidiani, essi non aspettano e non necessitano
alcun appello alla solidarietà. Ecco la nostra sola forma di
commemorazione : nella conflittualità permanente. Ciò poiché le altre
forme di commemorazione non sono di alcun rimedio per i nostri cuori insorti,
perché piangere non ha mai fatto cadere un muro. Che essi siano della religione
divina o di quella terrestre, gli apostoli di questo mondo non offrono alcuna
soluzione alle nostre disgrazie. Le veglie funebri, le cerimonie, gli elogi, le
marce, gli anniversari, i bei discorsi ed il lirismo a due lire, li lasciamo
volentieri da parte e continuiamo a percorrere il nostro cammino. Non ci
interessano la gloria e l’onore, ma la dignità, l’amore e l’odio. È insieme a
queste tre sorelle che camminiamo ogni giorno. Avremmo preferito non sentire il
bisogno di scrivere queste poche righe, ma abbiamo paura di vedere valori di
origine religiosa o militare, che non sono i nostri, mescolarsi ai nostri.
“Il culto dei morti non è che un
oltraggio al vero dolore. Il fatto di piantare un piccolo giardino, di vestirsi
di nero, di portare una fascia da lutto non prova nulla della sincerità
dell’afflizione. Quest’ultima, tra l’altro, deve sparire, gli individui devono
reagire di fronte all’irrevocabilità e alla fatalità della morte. Dobbiamo
lottare contro la sofferenza invece di esibirla, di portarla in giro con
cavalcate grottesche e congratulazioni bugiarde. […] Bisogna abbattere le piramidi,
i tumuli, le tombe ; bisogna passare l’aratro nel recinto dei cimiteri,
per sbarazzare l’umanità da quello che chiamiamo il rispetto dei morti, da
quello che è il culto della carogna”
Albert Libertad in L’anarchie,
31 ottobre 1907.
Non c’è alcuna gloria nel fatto di morire in combattimento. Il potere
offre delle conseguenze sinistre alla nostra scelta di combattenti, che si
tratti della galera, della tortura o della morte. Tutte queste cattive notizie
fanno parte del contratto che abbiamo firmato con noi stessi, nella scelta
della guerra all’esistente. Sappiamo cosa ci aspetta, dalle cose più belle a
quelle più tragiche, e siamo pronti, qualunque sia l’esito. Questa volta esso è
stato fatale, ma ciò non fa di Mauricio un compagno più coinvolto o più valoroso
di qualunque altro/a combattente. Quella notte, lui ha affrontato dei rischi
così come tanti altri fanno ogni notte e il caso ce lo ha portato via. Avrebbe
potuto trattarsi di te, me, lui, lei o di qualunque altro individuo per cui
l’anarchia non è una questione di parole od atteggiamenti.
Molti dei nostri compagni sono morti in combattimento. I Ravachol, i
Filippi o i Morales della nostra storia sono numerosi, la loro memoria è più o
meno viva, ed essi vivono ancora in ogni colpo portato, in ogni attacco contro
il dominio. E non sono dei martiri, non sono morti per una causa, non si sono
sacrificati. Sono morti cercando di realizzare un sogno, non si sono arresi e
sono stati uccisi. Ecco tutto. Nulla li riporterà indietro, né una canzone, né
una poesia, né un discorso, perché non c’è un aldilà, non ci sono eroi, non c’è
un altrove dove guarire dal qui.
Compagni e compagne, non cediamo alle sirene dell’ammirazione, del
carisma e del valore sociale. Gli anarchici non devono essere canonizzati.
Lasciamo questo allo star-system ed all’idolatria religiosa. Che ogni individuo
sia il proprio eroe, piuttosto che andare a cercare la grandezza nell’altro.
Mauricio non è una statuetta, un poster o un’icona. È una fonte d’ispirazione,
un fratello.
Contro il culto della carogna.
Giunio 2013.
Srpskohrvatski
:
Ni zaborav ni obred
: Protiv kulta strvine
"Činilo mi se da bi bilo
dovoljno počasti iskazati djelima, budući da se radi o osobama koje su iskazale
svoju hrabrost djelima."
Tukidid, Povijest Peloponeskog rata, 411. prije Krista.
Opasno je objaviti rat državi i ovom svijetu, zato što se mogu
napraviti dvije stvari : napredovati i boriti se protiv svega što bi moglo
uništiti, oslabiti ili spriječiti napredovanje. Kao anarhisti, pod čime
podrazumijevamo i kao revolucionari, svjesni smo naših izbora i odgovornosti
koje iz njih proizlaze. Kad kažemo da smo revolucionari ne govorimo o nekoj
vjeri u savršen i bezbrižan svijet, niti se zanosimo idealima o nekoj mogućoj
sveopćoj antiautoritarnoj revoluciji, koju možemo samo sanjati u našim
masturbantskim snovima, u našim ili u nekim drugim životima. Govorimo o trajnoj
tenziji ka produbljenju procesa raskida s moći i njenim institucijama, prijekim
putem radikalne kritike i destrukcije.
22. maja 2009. Mauricio Morales, cijenjeni drug iz Santiaga u Čileu,
pao je u borbi ovog društvenog rata, kojem nastojimo doprinijeti, on kao i
brojni drugi anarhisti diljem svijeta, našim sredstvima i našom etikom, našom
žestinom i vlastitim žudnjama. Eksplozija ručno izrađene bombe, koju je nosio
sa sobom, prouzročila je surovu smrt, bila je namijenjena obližnjoj Školi
žandarmerije. Mada smo se u tom trenutku nalazili veoma daleko, ovdje u srcu
stare Europe, vijest o njegovoj smrti pogodila nas je zato što se radilo o
smrti jednog našeg brata. Nismo poznavali Moralesa direktno, no da li je to
uopće važno ? Prepoznali smo se u njemu, kao što se prepoznajemo
svakodnevno u svim napadima protiv dominacije, i to nam je dovoljno. Kako mnogi
drugi i mi smo zapalili noć u znak sjećanja. Zato što je jedini oblik počasti,
po nama, prikladan za spomen na jednog druga : nastaviti se boriti iz
solidarnosti, da, ali i mnogo više :
širiti svijetom kritiku djelom i ohrabrivati njeno širenje.
U biti, naši napadi na postojeće nisu primarno usmjereni na odavanje
počasti palim drugovima, ni na posvete ovom ili onom drugu u zatvoru, ni na
frontalni dijalog prsa u prsa sa moći. Napad je za nas potreba, zato što riječi
imaju svoj smisao i zato što naše ideje nisu samo pojmovi. I smatramo sasvim
sekundarnom, sasvim suvišnom, tu potrebu za namigivanjem ili stalnom
autoreferencijalnošću. Oni kojima su ta namigivanja namijenjena nije potrebno
da ih se proziva, ako se prepoznaju u onome što proizlazi iz djela. Posvetiti
napad jednom drugu znači istovremeno udaljiti drugima mogućnost prisvajanja, i
oduzeti nama samima beskrajne mogućnosti prisvajanja i reproduciranja, kao i
anonimnost koja karakterizira, za nas, anarhistički poduhvat u svojoj potpunoj
skromnosti. Da preciziramo, ono što mi podrazumijevamo pod skromnošću su naši
napadi koje smatramo skromnim doprinosima društvenom ratu, oduvijek u tijeku, a
ne herojskim djelima, jer kao što mi uvijek kažemo, lako je napasti i nebitno
je koji pobunjenik će to učiniti. Zato naši drugovi pali u borbi nisu za nas
heroji.
Naši su napadi svakodnevni, oni ne čekaju i nije im potreban nikakav
poziv na solidarnost. To je naš jedini oblik odavanja počasti : kroz
stalnu konfliktualnost. Zato što drugi oblici sjećanja nisu od nikakve pomoći
za naša pobunjena srca, zato što plakanje nije nikada srušilo nijedan zid.
Pripadali božanskoj ili zemaljskoj vjeri, apostoli ovog svijeta ne nude nikakvo
riješenje za naše nesreće. Bdijenja, obrede, hvalospjeve, marševe, godišnjice,
prigodne govore i jeftini lirizam, drage volje ostavljamo iza sebe i
nastavljamo iscrtavati naš put. Ne zanima nas ni slava ni čast, nego
dostojanstvo, ljubav i mržnja. Ovo su tri sestre uz koje koračamo svaki dan.
Bilo bi bolje da nismo osjetili potrebu napisati ovih nekoliko redaka, ali
plašimo se da se vrijednosti religioznog i vojnog podrijetla, koje nam ne
pripadaju, pomiješaju sa našima.
"Kult strvine je uvreda
istinskoj boli. Održavati mali vrt, oblačiti crninu, nositi velo, ne dokazuju
iskrenost žalovanja. Uostalom, ona mora nestati, pojedinci moraju reagirati
naspram nepovrata i fatalnosti smrti. Moramo se boriti protiv patnje, umjesto
da je pokazujemo, ističući je grotesknim paradama i lažnim sućutima [...] Treba
srušiti piramide, nekropole, grobnice ; treba preći plugom kroz polje
groblja, kako bi se čovječanstvo oslobodilo onog što nazivamo poštivanje
mrtvih, što je u stvari kult strvine."
Albert Libertad u "L’anarchie",
31. oktobra 1907.
Nema nikakve slave za onog tko pogine u borbi, moć je pripremila
morbidne posljedice zato što smo izabrali da budemo borci, kao što su zatvor,
mučenje ili smrt. Sve te ružne vijesti su dio ugovora kojeg smo potpisali sa
nama samima, birajući rat protiv postojećeg. Znamo što možemo očekivati, od
najljepšeg do najtragičnijeg, i spremni smo na to, bez obzira na ishode. Ovaj je
put bilo kobno, ali to ne čini Mauricia angažiranijim ili vrijednijim drugom od
ostalih boraca. Te je noći odlučio riskirati, kao mnogi drugi svake noći, i
nesretan slučaj nam ga je oduzeo. No to si isto tako mogao biti ti, ja, on, ona
ili, nebitno, neki drugi pojedinac, za kojeg anarhija nije stvar riječi i
pozerstva.
Mnogi su naši drugovi pali u borbi. Ravacholi, Filippi i Moralesi naše
povijesti su brojni, a sjećanje na njih je više ili manje snažno, i još živi u
svakom udaru, u svakom napadu protiv dominacije. Ali oni nisu mučenici, nisu
poginuli zbog ideologije, nisu se žrtvovali. Poginuli su u pokušaju ostvarenja
sna, nisu se predali i ubijeni su. I to je sve. Ništa nam ih neće vratiti, ni
pjesma, ni poezija, ni govor, jer ne postoji zagrobni svijet, ne postoje
heroji, ne postoji "drugdje" ni izlječenje od ovog "ovdje".
Drugovi, ne prepustite se sirenama obožavanja, karizme i društvenih
vrijednosti. Anarhisti ne bi smjeli biti kanonizirani. Prepustimo to šoubiznisu
i religioznoj idolatriji. Neka je svaki pojedinac svoj vlastiti heroj, umjesto
da tražimo veličinu u drugima. Mauricio nije kip, plakat ili ikona. On je izvor
nadahnuća, on je naš brat.
Protiv kulta strvine.
Lipnja 2013.
in english :
Neither Oblivion Nor Ceremony : Against the Cult
of the Carrion
“It seems more satisfactory, for
me, seeing that it is about men who have been distinguished for their actions,
than to honor them only with actions.”
Thucydides, History of the
Peloponesian War, 411 BC
It is dangerous to declare war against the State and this world,
because the State only knows how to do two things : progress, and combat
everyone who would destroy it, weaken it, or impede its progress. As such,
anarchists, by which we mean revolutionaries, are conscious of our decisions
and of the responsibilities that derive from them. When we say revolutionaries,
we are not speaking of any belief in a perfect and peaceful world, nor in the
chimeric belief in the possibility of seeing the arrival of some total
anti-authoritarian revolution which we can only dream of in our mental
masturbation, in our lifetime or not. We are speaking of a permanent tension
toward the deepening of a process of rupture with power and its institutions,
through radical critique and destruction.
On May 22, 2009, Mauricio Morales, a respected comrade from Santiago,
Chile, fell in combat in this social war that he tried, like so many other
anarchists across the world try, to contribute to with our means and our
ethics, our own intensity and desires. The explosion of the homemade bomb that
he was carrying on his back caused his brutal death ; it was intended for
the Prison Guards School which he was not far from. As far away as we were at
this moment, in the heart of this old Europe, the news of his death upset us
for what it was : the death of a brother. We did not know Mauricio
directly, but does that matter ? We recognize ourselves in him, as we
recognize ourselves each day in all the attacks against domination, and that
was enough for us. Like many others, we lit up the night in his commemoration.
Because it is the only form of commemoration that suits us to salute the memory
of the comrade : continuing the fight in solidarity, yes, but much more :
propagating the critique of this world in action, and fostering its spread.
Because our attacks against the existent do not have as their primary
objective to honor the memory of the fallen comrades, to send a dedication to
one imprisoned comrade or another, nor to dialogue with power body-to-body and
head-on. The attack is for us a necessity so that our words have meaning and
our ideas are not just concepts. And we find totally secondary, we see as
totally dispensable, this need to always send winks or be self-referential. The
recipients of the winks do not need to be named if they recognize themselves in
the act itself. And offering an attack to a comrade distances the others from
the possibility of appropriating it for themselves, and cuts ourselves off from
an infinity of possibilities for appropriation and reproducibility, and also
the anonymity that characterizes our anarchist intervention in all its
humility. To clarify what we call humility, we mean that our attacks are
registered as modest contributions in the social war that has been fought
forever, and not as heroic acts, but as we have always said, it is easy to
attack and it doesn’t matter which enraged person does it. This is why our
comrades fallen in combat are not heroes.
Our attacks are daily, they do not wait and do not require any call to
solidarity. This is our sole form of commemoration : in permanent
conflictuality. Because the other forms of commemoration do not serve to remedy
our insurgent hearts, because crying has never made a wall fall down. Whether
they are of divine or earthly religion, the apostles of this world don’t offer
any solution to our problems. Vigils, ceremonies, elegies, marches,
anniversaries, pretty speeches and cheap lyricism we willingly abandon and we
continue on our chosen path. We are not interested in glory and honor, but in
dignity, love and hate. It is with these three sisters that we walk every day.
We would have preferred not to have felt the need to write these lines, but we
are afraid of seeing values of a religious and military origin that are not our
own mixing in with ours.
“The cult of the dead is only an
insult to true pain. The act of keeping a small garden, dressing in black, wearing
a veil do not prove the sincerity of grief. Grief must also disappear,
individuals must react to the finality and inevitability of death. We must
fight against suffering instead of exhibiting it, instead of walking in
grotesque processions and false congratulations (…) We must overthrow the
pyramids, the burial mounds, the tombs ; we must run the plow through the
cemetery walls to rid humanity of what is called respect for the dead, but
which is the cult of the carrion.”
Albert Libertad, L’anarchie, October
31, 1907.
There is no glory in the act of dying in combat. Power will reserve
morbid consequences for our decisions as combatants, whether prison, torture,
or death. All this bad news forms part of the contract that we signed with
ourselves, in the decision of the war on the existent. We know what we can
expect, from the most beautiful to the most tragic, and we are ready, come what
may. This time it was fatal, but this does not make Mauricio a more involved or
more courageous comrade than any other combatant. That night, he assumed the
risks like many others do every night, and chance stole him from us. It could
have happened to you, to me, to him, to her, or to any other individual for
whom anarchy is not merely a matter of words or postures.
Many of our comrades died in combat. The Ravachols, Filippis and
Morales of our history are numerous, of more or less living memory, they
continue existing in every blow we make, in every assault carried out against
domination. And they are not martyrs, they did not die for a cause, they did
not sacrifice themselves. They died trying to realize a dream, they didn’t
surrender themselves and they were killed. That is all. Nothing will bring them
back, not a song, not a poem, not a speech, because there is no beyond, there
are no heroes, there is no other world where to cure ourselves from this one.
Comrades, let us not give in to the siren song of admiration, charisma
and social value. Anarchists should not be canonized. Leave that to the
star-system and religious idolatry. May each individual be her or his own hero
rather than seeking greatness in others. Mauricio is not a statue, a poster or
an icon. He is a source of inspiration, a brother.
Against the cult of the
carrion.
June 2013.
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