domingo, 18 de noviembre de 2012

Reflexiones sobre la represión en Bolivia


Reflexiones sobre la represión en Bolivia

Este texto nace como una reacción política ante los sucesos en Bolivia. Y como tal, es un análisis que combina la solidaridad con lxs compañerxs irreductibles en sus convicciones, con un análisis sobre los compromisos.

Desde una mirada anárquica, hay una alerta permanente sobre las redes de control que se instauran constantemente sobre nuestras vidas, logrando escapar a las ilusiones de la vida “libre”, de “derechos”, que nos imponen como la panacea y que en realidad está lejos de mantenernos como personas libres, sino aún más controladas. En tal sentido, somos altamente sensibles a la represión en todas sus formas, cuestionando cada día todo tipo de actitudes que se muestren cargadas de autoritarismo. Por ello, las reacciones y acciones ante cualquier manifestación represiva, son también parte fundamental del decirse anarquista y la delación no puede estar jamás, en las prácticas de unx anarquista ni libertarix, mucho menos frente a la represión policial-judicial que es nuestro momento de combate directo contra el Poder.
Sobre los casos de delación en Bolivia
Al enfrentar la represión, en Bolivia, tenemos varios ejemplos que dan para el análisis de posiciones claras. Una, la de la mayoría que ha reaccionado declarando, colaborando con la policía y delatando desde el primer momento de su detención. Buscando “limpiar” el nombre de la organización a toda costa, y cuestionando la efectividad de la policía para dar con los “verdaderos culpables”; con lo cual han demostrado una total incoherencia entre sus acciones y su discurso anarquista, además de una funcionalidad total a la policía y a la represión. La segunda, que desde lo individual demuestra el profundo respeto por el sistema punitivo carcelario al pedir un canje de acusadas y reconociendo a la prisión como institución válida para que “un criminal” responsable de sus hechos vaya a parar. La tercera que asume entre líneas, una declaración perjudicial con uno de lxs secuestradxs, desligándose de responsabilidad sobre este acto.
En todxs ellxs vemos una inconsecuencia con los discursos cuando llega la represión y cuando se trata de tocar temas sensibles como son los errores personales. La represión cumple su misión, y lxs hace claudicar. Ese es el punto que precisamos poner visible en nuestra lucha: la consecuencia y la coherencia con los discursos anarquistas, la contradicción entre discurso y acciones y con ello, la falta de compromiso. Todxs se llaman a si mismxs libertarixs, anarquistas y denuncian la delación de la que con víctimas irreflexivamente a sus propias delaciones.
La delación y la traición
Los izquierdistas de las luchas de los 70s tenían claro este punto: la delación se hacía días o semana después (para que el resto de compañerxs escapen, para limpiar las casa, etc.) y se “entendía” por la tortura, tan practicada bajo regímenes dictatoriales. La delación en muchos de estos casos se asumía y se hablaba de ello dentro de los márgenes de acuerdos tácitos entre gente que vivía bajo la opresión de estos regímenes. Y por supuesto que existieron siempre los valientes que ni con tortura revelaban nada. Son casos en los que la delación podía ser abordada pues era autocriticada y diferenciada de aquella delación descarada, traidora y sujeta al servilismo y trabajo para la policía, como es el caso de quienes pretendieron vender armas al EGTK (izquierdistas infiltrados por inteligencia en la operación paloma). Pero, en este caso, nos encontramos frente a delaciones que lejos de ser autoreflexionadas o criticadas parecieran ser lo “normal”, y no podemos tolerar que se delate y se espere ser comprendixs sin más, sin reflexionar sobre los efectos del Poder cuando secuestra, sin un mensaje político y sin una autocrítica.
Sobre los compromisos
Tenemos que admitir con esto que la inconsecuencia y la incoherencia demostrada como reacción ante la represión dan cuenta de lo insipiente y despolitizado de los círculos anarquistas libertarios en Bolivia, que puede sonar a que nunca se plantearon una situación represiva de esa magnitud, y por lo tanto tampoco se plantearon una confrontación con la dominación mas allá de lo enunciativo de asumir una “identidad” anarquista o libertaria. Aquí radica un grave problema de responsabilidad y también de los efectos de la dominación bajo el contexto democrático.
Entendiendo que en Bolivia existen círculos libertarios y anarquistas que han venido desarrollando actividades periódicamente y algunos constantemente, lo que falta es una responsabilidad para con las convicciones bajo las cuales se identifican, y esto puede ser entendido como la tendencia moderna de las luchas funcionales al sistema bajo las cuales al parecer se estaría inscribiendo el anarquismo en Bolivia. La democracia propulsa una amplitud para la expresión, en sus discursos por supuesto, siempre que estas expresiones no cuestionen las raíces de la dominación actual. El “movimiento” anarquista boliviano muestra su carácter absolutamente democrático, que grita ser respetuoso de los derechos, la constitución la legalidad (en resumen, del sistema), y por lo tanto del vigilar y castigar que ésta tiene como piedra angular.
En tal escenario y ante el anuncio de un próximo encuentro libertario en Bolivia no podemos menos que reflexionar sobre el peso histórico que deben tener estos capítulos dentro de la inclaudicable lucha anárquica. Pues en esto es en donde recae la responsabilidad consecuente de la lucha emprendida y del compromiso de asumirse anarquista y libertarix. Inscritos dentro de una historia que viene llevándose a cabo hace muchos siglos y desde distintas partes del globo, lxs anarquistas hemos recuperado nuestras historias de rebeldía a través de la difusión de historias y la memoria como arma combativa, así mismo hemos luchado junto a pueblos indígenas heredando también sus luchas contra la dominación estatal, patriarcal y capitalista que ha supuesto la colonia en nuestras vidas. Así pues heredamos una historia de lucha y somos responsables de ser eslabones en la historia viva que seguirá luchando y repudiando la autoridad. Por eso, por esa responsabilidad generacional y combativa, es que este capítulo es aberrante, y no puede pasar sin las más duras críticas.
También es cierto que dentro de muchas de las luchas que dentro de diferentes épocas y contextos se han llevado a cabo contra el Poder, la traición ha estado presente tanto como la delación. Así Tupac Amaru, Tupac Katari y Bartolina Sisa son ejecutados por la traición de sus mismos compañerxs de lucha. Lo mismo que sucede con el Che Guevara, el EGTK (ejército Guerillero Tupc Katari), el CNPZ (Comisión Néstor Paz Zamora) y la FAL-ZW (Fuerzas Armadas de Liberación Zarate Willka), historias nefastas de derrotas propiciadas por inconsecuentes que prefieren congraciarse con el Poder, con los colonizadores, con los esclavistas, con los gobernantes. Muchas veces, las luchas armadas de los años 70’s y 80’s han sido criticadas desde la visión anárquica por su objetivo de tomar el Poder, Poder que para lxs anarquistas es siempre el origen de la dominación y la autoridad. Como anarquistas inscritos en esta larga historia de lucha, jamás pensaríamos que precisamente de esta posición radicalmente opuesta al Poder y la autoridad, veríamos salir los nombres que engrosarían la deleznable lista de lxs traidores que claudican frente al Poder.
La reciente experiencia boliviana nos lleva a cuestionarnos sobre el peso del compromiso en torno a la lucha anárquica actual. Viendo las actitudes de estas personas y de las que siguen solidarizando con ellxs eligiendo “amistades” en lugar de compromisos políticos, a pesar de su explicita colaboración con la policía. La existencia de un vacío ideológico muy grande entre la identidad estética y discursiva que uno asume al definirse como anarquista y el compromiso que embarcan estas palabras nos saltan a la vista. Lejos de dibujar los 10 mandamientos de la anarquía, vemos, sin embargo la importancia de poder entender palabras y actitudes como una sola entidad y la necesidad de comprender “la anarquía” como cargada de historia y de prácticas revolucionarias.
De cierta manera, las delaciones de las que hablamos (y no son las únicas en la historia) son representaciones de una falta de compromiso sincero y historicidad en torno a la experiencia anárquica local e internacional. Es importante rescatar sin embargo que existen personas que sin asumir directamente compromisos políticos nunca han delatado a nadie, ni siquiera bajo tortura:
“José no tiene el cromosoma del chivato. El sentido del honor es para él la cultura absoluta y tiránica del hombre justo. Que le propusieran ese canje lo indignó. «Pero ¿por quién me toman?» ¡Que alguien pudiera pensar que él era capaz de negociar su libertad a cambio de una denuncia le parecía intolerable! No cedió al padecimiento de las interminables horas a pie firme. En resumidas cuentas, se sintió orgulloso de pasar por esta prueba. Es muy fácil andar siempre presumiendo de honra, pero no tener nunca que demostrarla. Él, al menos, ya sabía que no era un cabrón. Y esa comprobación no tiene precio para un hombre.” (Jean Marc Rouillian, Odio las mañanas).
Se trata, en este sentido, de ver el combate mas allá de palabras pre-hechas, de una estética predeterminada y de una identidad pre-construida, es decir, de incorporarlo como propio, de sentirle como “nuestro”, en otras palabras de “llevarlo en la piel”.
Por lo tanto, esta falta de historicidad se inscribe directamente en las estructuras de la dominación. El individualismo llega a su apogeo y su representación logra manifestarse hasta dentro de los núcleos suburbanos supuestamente “libertarios o anti-sistema”. Cuando unx “anarquista” decide traicionar a un/a compañerx para salir a la calle, en lugar de luchar a su lado, aunque encerradx, o cuando otrx decide firmar declaraciones en contra de un/a compañerx, mintiéndole, haciéndose pasar por “luchador”, lo único de consecuente que tienen resulta ser la estética con la moda institucionalizada del “rebelde inofensivo”, demuestra que la vida “individual” vale más que la colectiva. En otras palabras, estos ejemplos son también representaciones de la fragmentación del “individuo moderno”: “soy anti-sistema en cierto contexto, libertaria frente a mis amigxs y traidor cuando mi vida cómoda está en peligro. El apogeo del individualismo no es novedad, solo es una pena que llegue a manifestarse de tal manera en un “mundo” donde supuestamente se hace todo para destruirlo y construir lazos de solidaridad, apoyo mutuo y fraternidad. Es lamentable ver que la “intensidad” de las emociones individuales remplaza ahora los compromisos políticos y el compañerismo.
Llegando a esta conclusión, y para no quedar en lamentaciones, vemos más que necesario impulsar la recuperación y la revalorización de “lo colectivo”, la comunidad en un sentido amplio y combativo. Esto pasa tanto por la necesidad de cuestionarse su propia conducta cotidiana como la importancia de incrementar debates entre distintas generaciones que llevan a compartir experiencias, discusiones que lleven a transformar una “moda” anti-autoritaria en un combate permanente y pleno de sentido revolucionario.
En fin, este texto además de pretender ser un aporte a la reflexión anti-autoritaria quiere mandar un apoyo profundo y fraterno al compañero Henry Zegarrundo, secuestrado por el Estado Boliviano, y rodeado de delatores, pero siempre mostrando un compromiso con sus palabras y convicciones. La postergación de su audiencia por la sexta vez solo es una demostración de la venganza de la “justicia” que busca “culpables”, pues, lxs “culpables” siempre serán lxs que se niegan a abrir la boca, con firmeza y sinceridad. Aunque el ambiente “libertario” en Bolivia se muestra como lleno de “victimas”, Henry, queremos que sepas que quedan a tu lado, algunxs animales salvajes, bailando, con el corazón lleno de rabia y los gritos llenos de venganza…
¡Henry, no estás solo!

¡Fuerza también a Luciano Pitronello para este 19 de Noviembre!

Lxs Khurus solidarixs

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