Reflexiones sobre la represión en Bolivia
Este texto nace como una reacción política ante los sucesos en
Bolivia. Y como tal, es un análisis que combina la solidaridad con lxs
compañerxs irreductibles en sus convicciones, con un análisis sobre los
compromisos.
Desde una mirada anárquica, hay una alerta permanente sobre las
redes de control que se instauran constantemente sobre nuestras vidas,
logrando escapar a las ilusiones de la vida “libre”, de “derechos”, que
nos imponen como la panacea y que en realidad está lejos de mantenernos
como personas libres, sino aún más controladas. En tal sentido, somos
altamente sensibles a la represión en todas sus formas, cuestionando
cada día todo tipo de actitudes que se muestren cargadas de
autoritarismo. Por ello, las reacciones y acciones ante cualquier
manifestación represiva, son también parte fundamental del decirse
anarquista y la delación no puede estar jamás, en las prácticas de unx
anarquista ni libertarix, mucho menos frente a la represión
policial-judicial que es nuestro momento de combate directo contra el
Poder.
Sobre los casos de delación en Bolivia
Al enfrentar la represión, en Bolivia, tenemos varios ejemplos que
dan para el análisis de posiciones claras. Una, la de la mayoría que ha
reaccionado declarando, colaborando con la policía y delatando desde el
primer momento de su detención. Buscando “limpiar” el nombre de la
organización a toda costa, y cuestionando la efectividad de la policía
para dar con los “verdaderos culpables”; con lo cual han demostrado una
total incoherencia entre sus acciones y su discurso anarquista, además
de una funcionalidad total a la policía y a la represión. La segunda,
que desde lo individual demuestra el profundo respeto por el sistema
punitivo carcelario al pedir un canje de acusadas y reconociendo a la
prisión como institución válida para que “un criminal” responsable de
sus hechos vaya a parar. La tercera que asume entre líneas, una
declaración perjudicial con uno de lxs secuestradxs, desligándose de
responsabilidad sobre este acto.
En todxs ellxs vemos una inconsecuencia con los discursos cuando
llega la represión y cuando se trata de tocar temas sensibles como son
los errores personales. La represión cumple su misión, y lxs hace
claudicar. Ese es el punto que precisamos poner visible en nuestra
lucha: la consecuencia y la coherencia con los discursos anarquistas, la
contradicción entre discurso y acciones y con ello, la falta de
compromiso. Todxs se llaman a si mismxs libertarixs, anarquistas y
denuncian la delación de la que con víctimas irreflexivamente a sus
propias delaciones.
La delación y la traición
Los izquierdistas de las luchas de los 70s tenían claro este punto:
la delación se hacía días o semana después (para que el resto de
compañerxs escapen, para limpiar las casa, etc.) y se “entendía” por la
tortura, tan practicada bajo regímenes dictatoriales. La delación en
muchos de estos casos se asumía y se hablaba de ello dentro de los
márgenes de acuerdos tácitos entre gente que vivía bajo la opresión de
estos regímenes. Y por supuesto que existieron siempre los valientes que
ni con tortura revelaban nada. Son casos en los que la delación podía
ser abordada pues era autocriticada y diferenciada de aquella delación
descarada, traidora y sujeta al servilismo y trabajo para la policía,
como es el caso de quienes pretendieron vender armas al EGTK
(izquierdistas infiltrados por inteligencia en la operación paloma).
Pero, en este caso, nos encontramos frente a delaciones que lejos de ser
autoreflexionadas o criticadas parecieran ser lo “normal”, y no podemos
tolerar que se delate y se espere ser comprendixs sin más, sin
reflexionar sobre los efectos del Poder cuando secuestra, sin un mensaje
político y sin una autocrítica.
Sobre los compromisos
Tenemos que admitir con esto que la inconsecuencia y la incoherencia
demostrada como reacción ante la represión dan cuenta de lo insipiente y
despolitizado de los círculos anarquistas libertarios en Bolivia, que
puede sonar a que nunca se plantearon una situación represiva de esa
magnitud, y por lo tanto tampoco se plantearon una confrontación con la
dominación mas allá de lo enunciativo de asumir una “identidad”
anarquista o libertaria. Aquí radica un grave problema de
responsabilidad y también de los efectos de la dominación bajo el
contexto democrático.
Entendiendo que en Bolivia existen círculos libertarios y
anarquistas que han venido desarrollando actividades periódicamente y
algunos constantemente, lo que falta es una responsabilidad para con las
convicciones bajo las cuales se identifican, y esto puede ser entendido
como la tendencia moderna de las luchas funcionales al sistema bajo las
cuales al parecer se estaría inscribiendo el anarquismo en Bolivia. La
democracia propulsa una amplitud para la expresión, en sus discursos por
supuesto, siempre que estas expresiones no cuestionen las raíces de la
dominación actual. El “movimiento” anarquista boliviano muestra su
carácter absolutamente democrático, que grita ser respetuoso de los
derechos, la constitución la legalidad (en resumen, del sistema), y por
lo tanto del vigilar y castigar que ésta tiene como piedra angular.
En tal escenario y ante el anuncio de un próximo encuentro
libertario en Bolivia no podemos menos que reflexionar sobre el peso
histórico que deben tener estos capítulos dentro de la inclaudicable
lucha anárquica. Pues en esto es en donde recae la responsabilidad
consecuente de la lucha emprendida y del compromiso de asumirse
anarquista y libertarix. Inscritos dentro de una historia que viene
llevándose a cabo hace muchos siglos y desde distintas partes del globo,
lxs anarquistas hemos recuperado nuestras historias de rebeldía a
través de la difusión de historias y la memoria como arma combativa, así
mismo hemos luchado junto a pueblos indígenas heredando también sus
luchas contra la dominación estatal, patriarcal y capitalista que ha
supuesto la colonia en nuestras vidas. Así pues heredamos una historia
de lucha y somos responsables de ser eslabones en la historia viva que
seguirá luchando y repudiando la autoridad. Por eso, por esa
responsabilidad generacional y combativa, es que este capítulo es
aberrante, y no puede pasar sin las más duras críticas.
También es cierto que dentro de muchas de las luchas que dentro de
diferentes épocas y contextos se han llevado a cabo contra el Poder, la
traición ha estado presente tanto como la delación. Así Tupac Amaru,
Tupac Katari y Bartolina Sisa son ejecutados por la traición de sus
mismos compañerxs de lucha. Lo mismo que sucede con el Che Guevara, el
EGTK (ejército Guerillero Tupc Katari), el CNPZ (Comisión Néstor Paz
Zamora) y la FAL-ZW (Fuerzas Armadas de Liberación Zarate Willka),
historias nefastas de derrotas propiciadas por inconsecuentes que
prefieren congraciarse con el Poder, con los colonizadores, con los
esclavistas, con los gobernantes. Muchas veces, las luchas armadas de
los años 70’s y 80’s han sido criticadas desde la visión anárquica por
su objetivo de tomar el Poder, Poder que para lxs anarquistas es siempre
el origen de la dominación y la autoridad. Como anarquistas inscritos
en esta larga historia de lucha, jamás pensaríamos que precisamente de
esta posición radicalmente opuesta al Poder y la autoridad, veríamos
salir los nombres que engrosarían la deleznable lista de lxs traidores
que claudican frente al Poder.
La reciente experiencia boliviana nos lleva a cuestionarnos sobre el
peso del compromiso en torno a la lucha anárquica actual. Viendo las
actitudes de estas personas y de las que siguen solidarizando con ellxs
eligiendo “amistades” en lugar de compromisos políticos, a pesar de su
explicita colaboración con la policía. La existencia de un vacío
ideológico muy grande entre la identidad estética y discursiva que uno
asume al definirse como anarquista y el compromiso que embarcan estas
palabras nos saltan a la vista. Lejos de dibujar los 10 mandamientos de
la anarquía, vemos, sin embargo la importancia de poder entender
palabras y actitudes como una sola entidad y la necesidad de comprender
“la anarquía” como cargada de historia y de prácticas revolucionarias.
De cierta manera, las delaciones de las que hablamos (y no son las
únicas en la historia) son representaciones de una falta de compromiso
sincero y historicidad en torno a la experiencia anárquica local e
internacional. Es importante rescatar sin embargo que existen personas
que sin asumir directamente compromisos políticos nunca han delatado a
nadie, ni siquiera bajo tortura:
“José no tiene el cromosoma del chivato. El sentido del honor es para él la cultura absoluta y tiránica del hombre justo. Que le propusieran ese canje lo indignó. «Pero ¿por quién me toman?» ¡Que alguien pudiera pensar que él era capaz de negociar su libertad a cambio de una denuncia le parecía intolerable! No cedió al padecimiento de las interminables horas a pie firme. En resumidas cuentas, se sintió orgulloso de pasar por esta prueba. Es muy fácil andar siempre presumiendo de honra, pero no tener nunca que demostrarla. Él, al menos, ya sabía que no era un cabrón. Y esa comprobación no tiene precio para un hombre.” (Jean Marc Rouillian, Odio las mañanas).
Se trata, en este sentido, de ver el combate mas allá de palabras
pre-hechas, de una estética predeterminada y de una identidad
pre-construida, es decir, de incorporarlo como propio, de sentirle como
“nuestro”, en otras palabras de “llevarlo en la piel”.
Por lo tanto, esta falta de historicidad se inscribe directamente en
las estructuras de la dominación. El individualismo llega a su apogeo y
su representación logra manifestarse hasta dentro de los núcleos
suburbanos supuestamente “libertarios o anti-sistema”. Cuando unx
“anarquista” decide traicionar a un/a compañerx para salir a la calle,
en lugar de luchar a su lado, aunque encerradx, o cuando otrx decide
firmar declaraciones en contra de un/a compañerx, mintiéndole,
haciéndose pasar por “luchador”, lo único de consecuente que tienen
resulta ser la estética con la moda institucionalizada del “rebelde
inofensivo”, demuestra que la vida “individual” vale más que la
colectiva. En otras palabras, estos ejemplos son también
representaciones de la fragmentación del “individuo moderno”: “soy
anti-sistema en cierto contexto, libertaria frente a mis amigxs y
traidor cuando mi vida cómoda está en peligro. El apogeo del
individualismo no es novedad, solo es una pena que llegue a manifestarse
de tal manera en un “mundo” donde supuestamente se hace todo para
destruirlo y construir lazos de solidaridad, apoyo mutuo y fraternidad.
Es lamentable ver que la “intensidad” de las emociones individuales
remplaza ahora los compromisos políticos y el compañerismo.
Llegando a esta conclusión, y para no quedar en lamentaciones, vemos
más que necesario impulsar la recuperación y la revalorización de “lo
colectivo”, la comunidad en un sentido amplio y combativo. Esto pasa
tanto por la necesidad de cuestionarse su propia conducta cotidiana como
la importancia de incrementar debates entre distintas generaciones que
llevan a compartir experiencias, discusiones que lleven a transformar
una “moda” anti-autoritaria en un combate permanente y pleno de sentido
revolucionario.
En fin, este texto además de pretender ser un aporte a la reflexión
anti-autoritaria quiere mandar un apoyo profundo y fraterno al compañero
Henry Zegarrundo, secuestrado por el Estado Boliviano, y rodeado de
delatores, pero siempre mostrando un compromiso con sus palabras y
convicciones. La postergación de su audiencia por la sexta vez solo es
una demostración de la venganza de la “justicia” que busca “culpables”,
pues, lxs “culpables” siempre serán lxs que se niegan a abrir la boca,
con firmeza y sinceridad. Aunque el ambiente “libertario” en Bolivia se
muestra como lleno de “victimas”, Henry, queremos que sepas que quedan a
tu lado, algunxs animales salvajes, bailando, con el corazón lleno de
rabia y los gritos llenos de venganza…
¡Henry, no estás solo!
¡Fuerza también a Luciano Pitronello para este 19 de Noviembre!
Lxs Khurus solidarixs
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